Desde mi humilde opinión, hoy percibo una realidad muy diferente y siento en el corazón que el fuego que mueve a las personas se encuentra en piloto. No sé si me estaré volviendo grande o si el paso de la vida que he transitado me lleva a estos espacios. Pero me gustaría dejar esta reflexión acerca de la violencia verbal, los malos tratos, el desinterés, la falta de empatía o comprensión; sensaciones que vemos hoy tan naturalizadas en las calles, en el trabajo o en el barrio. Siento que a veces debemos poner un freno e intentar ocupar una pequeña parte de nuestros días para revalorizar nuestra perspectiva acerca del ser humano.
Cabe resaltar que yo no me veo exento de estas actitudes o emociones, pero de mí nace también el tratar de entender de dónde viene eso que nos molesta y poder transformarlo en aspectos que nos engrandecen como personas.
Hoy en día se normalizan las charlas con las personas acerca de lo susceptible o sensible que se encuentra la gente. Y yo me pregunto: ¿Por qué? ¿Qué está pasando dentro de nosotros que nos lleva a enfrentar al otro? Creo tener mis razones o alguna explicación al respecto, y para mí eso se debe a la relación que existe a nivel social de la mano con las nuevas tecnologías. Creo que el celular nos ha llevado a pensar como piensan otros, dejando de lado la comprensión y el razonamiento para generar ideas y posturas propias.
Parece sencillo pensar que cinco minutos en Instagram te mantienen actualizado con la verdad y que esos reels o posteos van a ser tu verdad a partir de ese momento, sin pensar en la posibilidad de cuestionarlos. Se vuelven propias apenas terminamos de ver al “influencer”. En este caso, sería sencillo pensar que como persona prefiero el celular que muestra lo que quiero ver y escuchar, antes que la incómoda situación de tener que hablar con una persona que interpreta el mundo de otra manera. Nos volvemos más insensibles ante tanto contenido explícito y nos alejamos del contacto humano.
Uno siempre cree cosas o define posiciones o pensamientos con el único fin de creer que eso es lo correcto para uno y hacia los demás. No pensamos por maldad. ¿Por qué pensaríamos por maldad? ¿Qué persona pensaría por maldad? Los que piensan por maldad seguramente busquen un beneficio propio. Pero creo que las personas no están configuradas así. Más allá de nuestras particularidades, siempre buscamos el bienestar de uno y de otros; en la sociedad siempre fue así.
¿Cómo hemos levantado todo lo que vemos a nuestro alrededor? ¿Cómo hacemos para mover la máquina del mundo? En conjunto. No hay individualismo alguno que haga mover montañas; es siempre el acompañamiento y el apoyo de muchos. Veo el individualismo a flor de piel y me siento incómodo, como si ese no fuese el propósito nuestro en la vida.
El respeto, la cooperación, la comprensión, el diálogo, la charla de café, el mate que va y viene; la sensibilidad, el desahogo, el acercamiento, la posibilidad de encontrarse uno mismo a través del otro, son pura y esencialmente del ser humano. Son palabras que a veces solemos tener “naturalizadas”, pero a veces hace falta sentarse y reflexionar, porque cuanto menos hablamos de ellas, más parecen desaparecer.
¿Cómo podemos esperar a ser comprendidos si nos bloquea la pared de nuestra indiferencia, de nuestro enojo y de nuestro ego?
Es meramente una opinión de una persona, un ciudadano como ustedes, que vive las calles todos los días junto a ustedes y solo espera a que alguien lea esto, se cuestione estas palabras y siga en el pasaje de la reflexión y el autoconocimiento. Valoremos la esencia del ser humano.
Los saludo a todas y todos con un gran afecto.
F.B